jueves, 5 de noviembre de 2015

Habitante del mundo

Puede que un día tenga mil sonrisas para repartir, y otro en cambio no tenga ganas de nada. Quiero a muchas personas, y odio a otras tantas. Para unos seré demasiado perfecta y para otros tendré demasiados defectos. Para unos seré la mejor amiga del mundo, y otros no me querrán ni ver. Tengo muchas cosas buenas, pero también muchas malas. Me gusta contarle mis secretos a la gente en la que confío y que esa gente confié en mi. Me gusta picar, pero no que me piquen. Me gusta reír y hacer reír. Me gustan los pequeños detalles y los grandes momentos. Me gusta recordar viejos momentos. Me gusta ayudar a la gente siempre y cuando se lo merezcan. Me gusta actuar sin pensar en las consecuencias. Me gustan las tardes de tranquilas, aunque otros días prefiera estar en el parque haciendo el gilipollas. Me gusta saltarme las reglas y no seguir una misma rutina. Me gusta aprender de mis errores, que no son pocos. A veces puedo ser muy tímida; otras en cambio puedo ser la más lanzada. Odio los lunes y me encantan los sábados. Tengo muy poca confianza en mí misma y demasiada en los demás. Puedo ser tan encantadora por las mañanas, como por las tardes; pero depende del pie con el que me levante cada mañana. Tengo miradas que matan y sonrisas que emboban. Para mí es blanco o negro; el gris no existe. O te quiero o te odio. O me da igual o todo me afecta. O algo me gusta o no puedo ni verlo. Hago lo que quiero y cuando quiero. Tengo por costumbre soñar despierta todas las noches. Soy muy orgullosa y me callo muchas cosas que me gustaría decir. Tengo mis más y mis menos. Odio que me hagan callar. Me encanta hacer locuras. Me tengo que caer 100 veces, si no no aprendo.

La típica yo

Soy de las que odian el tráfico, el ruido, el exceso de gente. De las que se entregan al máximo sin esperar nada a cambio. De las que creen que los sueños se hacen realidad, De las que creen que querer no es poder; y piensan que hagan lo que hagan, al final la acaban cagando.
Soy la típica chica que tiene dos caras; la que tiene al estar con él, y la que tiene para el resto de personas.
Odio la falsedad, la mentira; odio que no cumplan las promesas, odio que la gente solo mire por ella misma, dejando los sentimientos de los demás aparte. Odio a la gente que critica a los demás sin mirarse ellos mismos primero. Odio la gente que ve la mierda del vecino pero no ve la suya propia.
No es que sea un chica celosa, sino que tengo sentido de la propiedad; lo que es mío es mío y de nadie más.
Soy cariñosa, pero reconozco que a veces soy un poco arisca.
Me encanta que me besuqueen, que me abracen, que me cojan de la mano.
Me encanta la palabra AMOR y cada una de sus letras; me encanta cantar bajo la ducha.
Me encanta quedarme hasta tarde hablando con mis amigas sobre mi vida; de mi pasado, mi presente y mi futuro.
Soy de las que escribe en los cristales empañados, sin apenas darse cuenta, corazones.
No es que sea desconfiada; es que me gusta prevenir.
Soy realista, soñadora, compulsiva... Soy como soy, y nadie puede cambiarme.

Soy de esas...

Soy de las que se pasarían todo el día hablando de "él" o de su banda favorita. De las que se ríen a carcajadas con sus amigas para que todo el mundo se entere de que existe, pero en clase se ríen bajito. De las que sueñan despiertas y a la hora de dormir no saben qué soñar. De las denominadas cursis y enamoradizas. De las que buscan un príncipe azul, pero siempre acaban encontrando a uno verde. De las que se saben todas las canciones de Ed Sheeran.
De las que no les gusta una canción pero se saben toda la maldita letra pegadiza. De las que se quedan afónicas de tanto picarse al SingStar con sus amigas.

Así soy yo

Soy de las que sale bailando empapada de la ducha. De las que cuando tienen un día estresado lo pagan con quién no deben. De las que a veces se siente mejor estando sola.
De las que lloran con las películas. De las que van a todos los sitios con miedo a fallar, pero de las que aún así se entregarían. De las que escribe su nombre en los cristales empañados del bus y luego lo borra intentando convencerse de que no volverá a hacerlo sin llegar a conseguirlo.
De las que se quedan hasta las tantas para hablar con él. De las que no les gusta la fiesta. De las que se mojan.
De las que piensan que pueden cambiar el mundo durante una noche porque lo acaban de ver en una película. De las soñadoras. De las realistas. De las que tienen expectativas. 
De las que no se entienden ni ellas pero saben lo que quieren. De las que son capaz de sacar una sonrisa en sus peores días. De las que no le gusta hacer la faena. De las que les entra la risa tonta. De las que les encanta quedarse hablando toda la noche. De las que buscan magia en las palabras. De las que la música les transporta. De las que son celosas. De las pesimistas pero que al fin y al cabo luchan por sus sueños. De las que no soporta ver mal a sus amigos. De las que tiene miedo al rechazo y al que dirán. De las que siempre está dispuesta a dar y recibir un abrazo. De las vergonzosas.
Soy de esas que no callan cuando esta con sus amigos. De las que mejoran en las distancias cortas. Soy de esas que se enamoran de la primera persona que le de el mínimo afecto y le demuestre que le quieren. De esas que, pese a las adversidades de la vida, jamás tira la toalla y lucha por sus sueños.
Soy de ese tipo de chica que encuentra algo bueno en cualquier persona. De las que se quedan tumbadas en la cama pensando un por qué.

Yo contigo

He decidido que voy a susurrarte sensaciones, no palabras. He decidido que voy a devolverte lo que me haces sentir. Que hoy, en este momento, serás capaz de entender cada escalofrío que recorre esta piel que un día prohibió volver a emocionarse con alguien.

En un segundo ha desaparecido el pestillo que me llevó años poner. En un segundo me has demostrado que íbamos por la doceava edición, y que yo sostenía la primera edición de la Biblia en mi mano. Me demostraste que las cosas habían cambiado, y que yo seguía siendo igual.

Me has demostrado que las mejores cosas de la vida existen cuando la persona que te lleva de la mano es quien te las enseña. Me has demostrado que aún con venda en los ojos, se puede ver mediante telas transparentes. Me has demostrado que tras cada generalización se esconde un cobarde, y que tras cada excusa para enamorarse se esconde una historia frustrada. 


En este tiempo me has demostrado que las priorizaciones sólo tienen sentido cuando lo que priorizas vale realmente la pena. Y que la pena deja de ser pena cuando lo que has priorizado consigue curarla.

En estos meses has descubierto la mejor parte de mí. Y yo, también. Y es que has aparecido para inventarme. Has aparecido para crear en mí aquellas facetas que ni yo conocía. Para demostrarme que todo es posible y que, para querer, uno se ha de esforzar.

Porque con querer no es suficiente. Por eso, me has enseñado a alimentar con cuidado cada logro, a cuidar con esfuerzo cada día, a tener detalles inesperados o, incluso, a tenerlos aunque se esperaran.

Me has demostrado que no es que lo bueno exista, sino que existe lo mejor. Y que de lo mejor, yo he conocido lo óptimo. Me has regalado la oportunidad de deshacer en pedazos mis esquemas y prejuicios, de construir escaleras para saltar muros.

Hoy, he decidido ser yo contigo. Porque te has merecido la mejor parte de mí.

Arcoiris manchado

A quién le importa lo que yo haga.


Tras el ritmo del mítico "A quién le importa" de Alaska o de la melancólica "Mujer contra mujer" de Mecano, se deshacen dos tipos de suspiros. Aquellos de quienes la genética les ha aventajado con una tempestuosa personalidad llena de recursos y de quienes la suerte se ha puesto del lado de la oportunidad o, en cambio, suspiros resquebrajados, respiraciones rotas y silencios contenidos.

Se trata de las dos caras de una misma moneda. Una moneda, una situación por la que muchos pagan un alto precio. Una bandera como símbolo y unos colores como representación que, en muchos momentos, se han visto manchados. Una condición que la Psiquiatría, en su historia, etiquetó como enfermedad y que, aunque en la actualidad ha desaparecido de sus manuales, hoy en día se arrastran las consecuencias de esos datos manifestándose en actitudes ajenas que, por miedo a comportamientos diferentes, por la inseguridad que provoca lo desconocido, se alejan de ello previamente o lo rechazan con vehemencia alimentados por prejuicios e ignorancia. Actitudes de rechazo que, maquilladas por la palabra "tradicional", construyen sus propios límites, muros infranqueables provocando el rebote de cualquier cosa desconocida que intente traspasarlos, y la devuelve transformada en flechas dolorosas que no permitan entrar el concepto "diferencia" y mucho menos su aplicación práctica.

Hablo de la homosexualidad. 
Y, como este texto es para vosotros, me dirigiré especialmente a aquellos que no lo habéis tenido nada fácil. 

"A quién le importa lo que yo haga", decía Alaska. Pues se ve, que a muchos. Sin embargo, es a ti a quien no debe importar que a los demás importe. Fíjate que la esencia de su preocupación y desprecio es falsa. ¿Realmente les importa el sexo de la persona que te pueda hacer feliz? Desde luego que no. Su rechazo se basa en algo mucho más sencillo y primitivo: LAS DIFERENCIAS. Si eres diferente, perteneces a un sector al que no desean sentirse vinculados de ninguna de las maneras, representas algo totalmente desconocido y, si además, la persona que te juzga carece de empatía y tampoco le sobra inteligencia, no será capaz de modificar sus esquemas mentales para dejar un hueco a los nuevos. Esa falta de esfuerzo se sustenta en el miedo. En el "prefiero no entenderlo", en la vagancia de "me es más fácil rechazarlo". Se basa en la inseguridad que produce plantearse como normal situaciones y comportamientos que la historia, los "vagos" y los "inseguros" ya se han encargado de que no nos lo parecieran. 

Lo normal, lo que deberías hacer en cuanto al corazón, es aquello que no has hecho por miedo a las consecuencias. Es decir, aquello que, por reprimir, está cambiándote convirtiéndote en quien no eres, y haciéndote perder el maravilloso tiempo de tu vida fingiendo que tus gustos son los que deciden los demás.


¿Y si mañana murieras? 

Arrepiéntete hoy de los besos que no diste a esos labios pintados de rojo que imitaban los tuyos, o de los brazos que no dejaste que te envolvieran y que desprendían el mismo perfume que tú. Arrepiéntete hoy para que puedas empezar mañana. Alguien dijo alguna vez que la vida es demasiado corta para no ser quien eres. Y tenía razón. Así que mientras otros desperdicien su tiempo juzgándote, tú inviértelo en aquellas personas por las que esta vida te ha puesto a prueba. Porque lo has tenido mucho más difícil que los demás desde el principio.Pero ahora tú decides hasta cuándo han de durar estas dificultades.

No tengas miedo de perder a gente por el camino. Sé tú y las personas que sepan ver en ti la exclusividad, serán las que de manera natural y espontánea permanezcan a tu lado. Los demás, no deberían interesarte. Considérate afortunado porque si exprimes con naturalidad tu condición, contarás con un filtro adherido a ti -y para siempre- que te facilitará la tarea en el momento de cuestionarte quién vale la pena y quién no. Y es que has llegado a este mundo, como diría Coca-Cola, para ser feliz. Y mientras la puesta en práctica de tu felicidad no perjudique la de los demás, arriésgate a ser auténtico y a comprobar qué sucede. 

Querido, dale la mano a tu chico y bésalo en los labios como si estuvieras en la ciudad más cosmopolita del mundo, porque no necesitas realmente estarlo para dejarte llevar y respirar la tranquilidad del progreso y modernidad de sus gentes. Ama a quien te dé la gana estés donde estés, le moleste a quien le moleste. Y si estás en el pueblo más pequeño y tradicional del país, marca tú la diferencia y que empiecen a acostumbrarse. No estás aquí para complacer a nadie. Y los demás no están aquí para obligarte a fingir lo que nunca has sentido ni, probablemente, vayas nunca a sentir. 

Querida, dale la mano a tu novia. Incluso maquillaos las dos y sentíos las más guapas y femeninas del barrio. Id, también, contra los que en una pareja de lesbianas persiguen identificar la figura masculina por no entender que, en la mayoría de las veces, no la hay. Es más, tened la libertad de pasar épocas de vuestra vida en las que la promiscuidad esté tan presente en vuestros días como lo puede estar en los de los previsibles heterosexuales. Porque vosotros, sois tan personas como ellos.

Que vuestro cruce de miradas deje de ser fugaz, que vuestras manos no se escondan, que el roce de piernas no sea por debajo de un mantel, ni vuestro beso en el callejón más estrecho de una calle. Que vuestras palabras abandonen sus filtros y el diccionario tradicional cambie por el personal.Que, a veces, vuestros oídos se vuelvan sordos y vuestros corazones insensibles. Que tengáis las mismas oportunidades que los demás, y si no, que tengáis fuerza para crearlas. Que améis mucho y améis bien. Y no importa a quien, porque si conseguís ser vosotros mismos después de todo, seréis fantásticos. 

Por lo tanto, que nada ni nadie consiga manchar en vuestras vidas ese apasionante abanico de colores. Sed capaces de mantener ese arcoiris en el alma y de transmitirlo de la mejor forma que sepáis pero, sobre todo, sin dejar de ser vosotros. 

Empezad pues, desde este mismo momento, a coleccionar los recuerdos de aquellos momentos que un día soñasteis vivir. 

El amor es para valientes

Para quienes arriesgan su vulnerabilidad.


Existen muchas maneras de querer. Casi todos somos capaces de, en mayor o menor medida, sentir amor por alguien. Sin embargo, enamorarse supone llegar al punto más alto de la cima de la montaña de este tipo de sentimiento, plantar la bandera con tu nombre, balancearte de un lado al otro mientras bailas a pata coja y te sostienes con un solo pie, perder el equilibrio por momentos y, aún así, no sentir miedo ante la posible caída. Independientemente de cuánto dure esta sensación.

Por eso, enamorarse es de valientes.

Porque te acarician estas sensaciones cuando eres capaz de deshacerte de todas tus protecciones. Porque sucede en el momento en el que te das cuenta de que la persona a la que quieres tiene en una mano el poder para hacerte daño y en la otra toda la confianza que has decidido depositar en ella.

Enamorarse es volver a hablar con la entonación de un niño, pero desde la madurez de un lenguaje adulto. Es plantearse envejecer al lado de una persona y soñar una vida en común con ella. Es elegir una opción y rechazar veinte, y aún así sentir que sales ganando. Enamorarse es, como dice la palabra, llenarse de amor a uno mismo. Es tener el espacio y la capacidad para poder sentirlo, estar preparado emocionalmente para soportarlo.

Por eso, te enamoras cuando no te avergüenzas de lo que sientes. Cuando te das cuenta, al fin y al cabo, de que no eres tan egocéntrico como creías ser y que el foco de tu vida ya no sólo te ilumina a ti. Es reconocer tu admiración por otra persona. Ser consciente de que eres fuerte cuando eres dueño de tus elecciones, pero también vulnerable ante las suyas.

Enamorarse implica dejar paso al descontrol y recibir un poco de locura. Arriesgarse a ser sincero consigo mismo y con el otro. Es una mezcla de emociones entre las que conviven la paz y el caos. Es sentirse en sintonía con el mundo y en armonía con uno mismo. Enamorarse es aquella pequeña mitad negra del símbolo del Ying Yang, donde en medio de todo el negror, se vislumbra un punto blanco. Por lo tanto, es verle el lado positivo a todas las desgracias, es encontrar toda la fuerza disponible e inventarse incluso la inexistente para que la relación funcione. Y es que este sentimiento aparece cuando te pierdes desde todos los puntos cardinales posibles y los reinventas. Cuando los rediriges y las flechas de tu brújula sólo os apuntan a vosotros dos y a todo aquello que puede haceros posible como pareja. Es confiar y volverse inteligente, es no dejar que manipulen lo que piensas, no dejar que intenten decidir por vosotros. Es ilusionarse ante la mínima posibilidad de compartir experiencias con ella, es emocionarse al recordar.

Y es que, de este modo, sucede que te vuelves un experto en pensar e intuir los pensamientos, deseos y emociones del otro. Sucede que extrañas a una persona incluso teniéndola al lado, experimentando un tipo de melancolía anticipada cuando duerme contigo. Que sientes vacío incluso con la mayor sensación de plenitud, por miedo a que algún día esa sensación te falte.

Enamorarse es dolor por no estar acostumbrado a sentir tanto. Es inventarse "llorar de amor" y colocarlo a caballo entre las expresiones "llorar de felicidad" y "llorar de pena". Porque si sólo de ti dependiera, echarías abajo el ancla de tu vida y la amarrarías a la suya para siempre. Enamorarse es cubrir al otro de promesas, porque es la única manera que tienes de demostrarle en presente que piensas en un futuro junto a él.

Es volver a empezar y a aprender de nuevo. No cansarte de experimentar con tus sentidos. Enamorarse es que tus ojos se tropiecen con cada parte de su cuerpo, es la hipersensibilidad de tu piel cada vez que te toca. Es descubrir el sabor más dulce en sus labios y desear escuchar su voz en todas las tonalidades y circunstancias. Enamorarse es dormir y apoyar la cabeza en la misma almohada para que el olor de su pelo te evoque su imagen cada noche en la que te falta. Es darle un poco más de sentido a todo. Es sonreírte a ti mismo, sentirte inspirado con la vida. Es no encontrar las palabras que lo definan o, sin embargo, empezar a describirlo y que no te quepan. Es descubrir tu propio romanticismo y sorprenderte con él.

Enamorarse es construir un mundo paralelo y en común con el otro, donde compartir lo más sincero de cada uno. Es no tener la necesidad de cambiar nada de él, ser capaz de aceptarle tal y como es. Es aceptarte a ti mismo y convencerte de que te pueden querer también a ti por tal y como tú eres y que, sobre todo, te lo mereces. Es dejar que te descubran y sentirte a gusto en el proceso.

Enamorarse es quererse a si mismo, es volver a sentirse uno mismo al lado de alguien.